Lima es una ciudad que ha crecido demográficamente en los últimos años de manera desordena y caótica. A mayor población se incrementa la necesidad del transporte público el cual trata de satisfacer la demanda pero no de la mejor manera.
En los 90’s con Fujimori en su ímpetu
neoliberal canceló las regulaciones del transporte público tanto
interprovincial como urbano. Destruyó la Empresa Municipal de Transporte.
Permitió, desde 1992, la importación de vehículos usados para ocultar el
desempleo de los servidores públicos despedidos, a los que convirtió en
peligrosos dueños o choferes de vehículos que desde entonces incrementaron no
solo el número de muertos y heridos en pistas y carreteras sino también los
índices de contaminación ambiental con las consecuentes enfermedades
respiratorias.
Otro factor importante es la educación vial, el Perú tiene enseñanza muy limitada parte de las autoridades hacia los ciudadanos. Esto ha ocasionado que los transportistas y los peatones no respeten las normas de tránsito y hagan lo que les da la gana en las calles.
La poca o casi nula
planificación por parte de la municipalidad y la inadecuada aplicación de las
normas de tránsito son algunas de las razones que llevan a tener un caos vehicular limeño como el que tenemos.
En esta ciudad, los choferes al no estar formalmente organizados no se rigen bajo autoridad alguna y lo que llaman Gremio General de Transportistas solo representa el 40% de los choferes que existen. ¿Dónde están los dirigentes de las empresas? La respuesta velando por sus intereses, sin importar que sus choferes estén 12 o 14 horas sentados los 365 días manejando para poder llevar algo de dinero a casa. Efecto colateral que los usuarios sean los más afectados, porque los chóferes a estar más expuestos a tantas horas sin dormir bien y por el estrés propio del trabajo cometen atropellos contra los peatones y generan caos vehicular.
Fuente: El Comercio |
No hay comentarios:
Publicar un comentario